Dentro de dos días es mi estreno en la mediamaraton. Ofreceré mis piernas virginales a esta ruda distancia. Alea Jacta Est. Estos dos meses de entrenamiento han sido interesantes, nunca había corrido tanto y con tanta seriedad. He notado como una subida de nivel. Ahora
mismo, correr 12 Km (¡¡2 km más que el Corte Ingles!!) me parecen un entrenamiento de rutina. Tengo uñas negras en los pies. Virgensanta. Lo curioso es que la sensación es que el esfuerzo previo no garantiza nada, el domingo igual pincho y lo paso fatal o me lesiono. La ventaja es que en realidad soy un «finisher», con lo que llegar, que no me parece tan complicado a estas alturas, es un objetivo alcanzable.

Pero me gustaría sentir que lo he dado todo, o casi. Es decir, que estos meses de entreno culminan el día de la carrera. La medición oficial es la marca que voy a hacer, que me gustaría que estuviera por debajo de 5:45. Un poco patata para los expertos, un reto para los neófitos. Aunque en realidad ¿a quién le importa?. Lo importante en realidad son mi sensaciones: si sufro, si disfruto, si disfruto sufriendo. El mero hecho de haber llegado hasta aquí es el premio.

Dicho esto, y en un momento de emoción contenida antes de la batalla, tengo que reconocer que el running no es sano. El aparato locomotor sufre mucho golpeando contra el duro asfalto. Lo bueno del triatlon es que hay que hacer otros dos deportes que son mucho más respetuosos con el cuerpo, como la natación y el ciclismo. Puede que según vaya quemando etapas en esta singladura, alargue las distancias e incluso el half-ironman me acabe pareciendo algo asequible. La idea es ir lentamente, no quemar etapas de forma prematura: Estoy haciendo esto para envejecer fuerte por el camino, no para llegar a ningún sitio. La salida y la meta están en el mismo punto, corremos en un círculo absurdo que sólo cobra sentido cuando sentimos que nuestro humilde esfuerzo nos hace mejores. 7500 locos no pueden estar equivocados.

Go, telekomor, Go!. Suerte para todos!.