A estas alturas de viaje, ya estábamos aclimatados al paisaje y la dificultad que supone hacer ciclismo en Asturias. Pese a ello, todos éramos conscientes que el último día de ciclismo representaba el plato fuerte del viaje: La subida al Angliru.

La noche anterior nos acostamos con cierto nerviosismo, y al despertar teníamos una sensación de intranquilidad cercana al miedo. Digamos que todos éramos conscientes de lo épico del momento. La mañana se presentó casi lluviosa, a punto de hacernos desistir. Pero decidimos a estas alturas de la película, intentar al menos acercarnos a la localidad de la Vega-Riosa y decidir según las condiciones climatológicas a pie del puerto. El Tigre hizo sonar en su móvil la música de la previa del Canal Plus Futbol (BSO Desafio Total) mientras nos preparábamos, para acentuar la emoción que nos embargaba.

Para el que no sea seguidor del ciclismo, cabe explicar que el Angliru es un puerto de montaña que es conocido a nivel internacional por su dureza, incluso para los ciclistas profesionales. Ha estado presente en más de 9 ocasiones en la Vuelta ciclista a España desde 1999. Quedan para la historia de la Vuelta las dos veces que Alberto Contador consiguió la victoria de etapa, ciclismo en estado puro, casi salvaje.

La ascensión total es de unos 1200m en poco más de 12km. La subida tiene como dos partes diferenciadas. Una primera parte para ir calentando hasta alcanzar la población de Viapará, que debe su nombre a la frase «me viapará, que endispués se pone peor» -Brrrum, plas-.

El problema es que la pendiente se concentra en la segunda parte, con rampas como «La Cuña de las Cabras» (proúnciese gritando LES CABREEEEESSS) con un porcentaje del 24%, algo inhumano incluso para un Land Rover.

Tuvimos cierta confusión al salir de Oviedo, todos con los mismos tracks en los Garmin y cada uno señalando para un sitio distinto. En fin, viva la tecnología, vamos a acabar todos tontitos. El tiempo estaba cerrado, parecía que la lluvia podía empezar en cualquier momento, pero llegamos a la base del puerto sin que nos lloviera. Alguna grupeta parada por el camino nos animaba, conociendo la trascendencia de la ruta para cualquier ciclista.

Una ascensión como esta no se puede hacer en un grupo compacto, cada cual tiene que adoptar su cadencia, su ritmo y administrar los esfuerzos. Pronto nos dividimos en 3 equipos: Berli, supermotivado, se escapa al principio, tanto, que adelanta a grupetas que van por delante de nosotros, vaya como está el niño. Emi acompaña durante los primeros kilómetros a los veteranos Hulio y el Tigre en medio, con Miguelillo y Carlos cerrando el grupo. El paisaje en los kilómetros iniciales es sobrecogedor, bosque cerrado y una neblina que impregna de humedad el asfalto y un poco nuestro espíritu. Aunque la pendiente es llevadera, en una de las rampas sube de repente a más del 15%. El asfalto está mojado y en mal estado, las ruedas resbalan, intento hacer la culebra, pero no hay espacio. Me empiezo a agobiar, el fantasma de Casielles comienza a susurrarme en el oído. Pero miro a Hulio que pelea recto contra la pendiente a pocos metros de mí. Y me sirve de inspiración, como si tirara de mí con una cuerda invisible. Y me digo, «déjate de culebras que tú eres un tigre, no un reptil, cohones». Aprieto el culo y supero el tramo. Hoy la mentalidad es de reventar, no hay plan B.

El resto de la pendiente hasta la pequeña población de Viapará es llevadera, aunque la niebla se cierra cada vez más. Paramos un momento a repostar agua en la última fuente y un vecino nos dice «a lo mejor en la cima hay sol». Yo pienso que se está quedando con nosotros, pero cualquier esperanza de consuelo da calorcito a nuestro corazoncito.

A partir del kilómetro 5 empieza la diversión hardcore. Cada tramo está señalizado con el nombre del tramo, su distancia y el porcentaje máximo y mínimo. No se si es mejor o peor tener toda la información, esto es como quitarte un esparadrapo, sabes que te va a doler de todas formas. Una de las referencias que tenemos de pendientes chungas en Málaga es «el muro de Olías», también conocido como «la cuesta del pegamento», unos 400m al 15%. Y ese porcentaje de subida es casi el mínimo que tienen los últimos kilómetros del Angliru. De locos.

Hulio se va separando de mí poco a poco, no pasa nada, cada uno a su ritmo. Dentro del sufrimiento, me noto fuerte. O realmente voy sufriendo fuertemente, la mente se me nubla un poco. Tengo que parar en una curva para regular las pulsaciones. Esto es demencial, pero vamos parriba.

En una de las curvas, aparece el cartel de la temida «Cuña de las Cabras». Y como por arte de magia, se abren los cielos y me inundan los rayos de un sol espléndido. Estamos subiendo por encima de las nubes, como me avisó el lugareño. Me enfrento a la cuña animado por el comportamiento sorprendente de la climatología y el plus del asfalto seco, pero cada pedalada es un suplicio.

Avanzas más lento que si fueras andando, tratando de no perder el equilibrio. Te levantas y casi te derrapa la rueda. Te sientas y casi que no eres capaz de conseguir que tu rodilla baje. Hacer la culebra es inviable en una carretera tan pendiente y estrecha. No tienes escapatoria al sufrimiento.

En un momento de dolor, alzo la vista y veo a Hulio caminando junto a la bici a unos cientos de metros por delante y lo interpreto como una señal divina. El cielo se ha abierto y Monesvol, nuestro Señor, me dice con voz grave: «Eres un Tigre, no una Cabra«. Me bajo de la bici y disfruto del momento. No hay desconsuelo en esta derrota ciclista. Es una Victoria estar aquí, sobre las nubes. Estoy vivo. Estoy fuerte. Estoy con mi gente.

Me saco unos selfies, hago unas declaraciones en video para la posteridad y camino empujando la bici, que con esta pendiente y las calas, también es todo un reto. Me subo a la bici en la última curva de la Cuña y sigo pedaleando. Cuando parece que ha pasado lo peor, todavía quedan dos repechos terroríficos, pero los encaro con una mezcla de sufrimiento y alegría.

Para nuestro consuelo ciclista cabe decir que los que llevábamos como máximo de piñón un 32 -Emi, Hulio y Tigre, menos el Berli que es cascarilla- tuvimos que echar el pié a tierra en la cuña. Como consejo ciclista, monta un 34 para tener más posibilidades de subir arriba sin bajarte de la bici, como lo hicieron nuestros campeones Miguelillo y Carlos -bueno, y el Berli, que sigue siendo cascarilla-.

La llegada a la cima se hace en realidad cuesta abajo hasta el «prau» con el monolito que conmemora el puerto. Una vez arriba todo el equipo, disfrutamos de lo lindo compartiendo la proeza conseguida, y nos entregamos a una sesión de fotos grupales e individuales.

Afrontar la bajada es casi tan exigente como la subida, sobre todo cuando dejamos el asfalto seco y llegamos a la zona cubierta de nubes y humedad. Hulio, el único que no tiene frenos de disco, las pasa canutas. Yo me voy quedando un poco rezagado, cubriendo la retaguardia, ejem.

Nos caen algunas gotas, pero a estas alturas como que nos da igual. Se nos ha hecho tarde y tenemos más hambre que un perrillo abandonao, llamamos por teléfono a varios restaurantes pero están cerrados. Asi que volvimos a casa y repetimos en el restaurante del día anterior, que no cerraba. Recovery a tope:

Después de duchita y descanso, nos dimos un voltio por la ciudad ahora que volvemos a ser personas.

Como conclusión de esta aventura cabe decir que el Angliru es una brutalidad. Es decir, se sale del rango de lo que debería ser una ruta ciclista. Si el ciclismo se convierte en el más difícil todavía, mejor montamos un circo. Pero dicho este comentario desmitificador, reconforta haber afrontado este reto con éxito. Sabes que probablemente no te vas a ver en otra tan jodida. Como mucho similar. Sabes que lo has superado, por lo que la próxima cuesta que sufras siempre podrás recordar que tu límite de sufrimiento es mayor. ¿Tiene sentido, más allá del masoquismo?. Quizás no, pero haberte llevado al límite también significa conocerte mejor a tí mismo, tanto tu cuerpo como tu mente. Y esa es una de las recomendaciones de uno de los mayores filósofos de la historia.

«Temet Nosce» : Conócete a tí mismo

-Sócrates-

Como recuerdo imborrable de este día, y siguiendo la estela de mi hermano Emilio, me he tatuado el perfil de la subida del Angliru en mi brazo. La «x» indica el momento peatón en la Cuña de las Cabras. Como sigamos subiendo puertos míticos, el brazo va a parecer un electrocardiograma.

BONUS: Por cierto, la frase «Temet Nosce» también sale en las películas de Matrix. Pero esa es otra historia que será contada en otro sitio.