Yo no tenía que haber hecho mi primer triatlón. Ojo, no digo «nunca tenía que haber hecho un triatlón», me refiero a intentar competir sin haberme preparado adecuadamente. El triatlón que me propuse hacer en 2015 para el año siguiente era el que estaba al lado de casa, el IV Triatlón de Benalmádena, el 22 de Mayo de 2016, fecha que quedará inscrita con letras de oro en la historia del triatlón.

En invierno sólo había corrido un poco y, sobre todo, había hecho spinning y ciclismo con mi bici de hierro a la que había puesto una pegatina de «kawasaki», sin complejos. La natación, ni en youtube. Como no soy un inconsciente descerebrado, estrené un mes antes  de la competición el neopreno que había comprado en Internet. Llevé a mi hijo Mario a la playa, me puse mi neopreno, e hice un par de largos: desastre total. Me agobiaba tela, no podía respirar. Adjunto un selfie de ese momento, justo antes de entrar en el mar y deprimirme.

La morsa manca

Salí del mar, le confesé a mi hijo que «yo soy tu padre», y también que «yo soy un patata», y decidí que no estaba preparado. Por si tenía dudas, al rato llegaron tres tíos cachas con neopreno y empezaron a nadar sin parar hasta que se perdieron en el horizonte. Qué nivel, Maribel.

Dentro del exigente plan de entrenamiento para mi primer triatlón, un par de semanas antes estuvimos en la feria del Puerto de Santa María, donde no tuve mejor ocurrencia que bailar, saltando y saltando, sobre mi menisco roto. El rebujito, que lo carga el diablo. La cojera me hizo temer lo peor, me veía en la mesa de operaciones aunque sólo se quedó en una lesión de varias semanas.

Estaba completamente decidido a no participar, y eso que hacía meses que había pagado la inscripción. Pero en una fiesta de cumpleaños del cole, hablé con dos padres que habían hecho triatlones y me animaron a que participara. Son dos tíos muy majos, pero muy siosputa. Ellos sólo son responsables subsidiarios, yo fui el que me calenté y el 22 de Mayo cogí un mochilón, mi kawasaki y me lancé a la aventura.

kawasaki

La kawasaki, el novato y la cabra.

El ambiente de los preparativos era muy emocionante. Y eso que yo iba más perdido que un pulpo en un garaje. Comunicaron por megafonía que se podía nadar sin neopreno, pero, ¡que coño!, yo me había comprado uno y había que amortizarlo. Me reencontré con mi amigo Carlos Novoa, todo una inyección de optimismo y confianza, ya hablaré de él en otro post.

Nervios en la salida, que se retrasaba. Tuve el honor de subirle la cremallera al neopreno del ganador, Alberto González García, un crack, según me lo presentó Carlos antes de empezar. El contacto con el ganador de un trialtón no es lo mismo que pasarle un décimo por la joroba a un camello, no mejora tu suerte, cachis. Me coloqué al final en el cajón de salida, para no molestar. Suena el disparo y comienzo a entrar en el agua dando saltitos. Cuando empiezo a nadar a crol llevo el corazón a cien y la respiración agitada, y cómo explicarlo… a 20 metros de la primera boya me empecé a agobiar con el neopreno y cambié a braza. El agobio seguía en aumento, me fui rezagando, me pasan todas las competidoras femeninas que salían unos minutos más tarde, ya ni podía meter la cabeza debajo del agua por la respiración, ME QUERÍA QUITAR EL NEOPRENO… hasta que me quedé el último. El de la organización que iba en un kajak me dijo “sabes que estamos aquí detrás” (menos mal), y “respira más lento” (ojalá). Eran sabias palabras, no me agobió ni me dijo nada más.  La sensación era muy extraña, me sentía en el fondo del mar, sin referencias, como si no me estuviera moviendo y solo pataleara. Iba a abandonar, pero decidí llegar como pudiera, aunque fuera nadando como Miss.Roper, con mi cabeza fuera del agua para que no se me mojaran los rulos.

Ayyy, eso, tú ríe, degraciao. No sabes lo que te espera…

Al salir del agua, me encontré con una ovación increíble, no pensaba que era para mi. Fui corriendo con las manos juntas sobre la cabeza en señal de agradecimiento y perdón. En la transición T1 te dicen que tienes que tener referencias para saber dónde está tu bicicleta. A mi no me hizo falta: Era la única bicicleta que quedaba. Me monté en ella contento de estar en mi “especialidad”. Nada más empezar a pedalear, se me vino el mundo encima: La respiración entrecortada, pesadez de piernas…Casi no podía llegar a la N.340, que era una subidita de 300m, y decidí esconderme -cobarder- para coger aire debajo del túnel de bajada a Puerto Marina, pero había un nota mirando, así que subí como pude hasta la carretera principal.

Como estaban en competición en un circuito de 4 vueltas, conseguí diluirme un poco y decidí recuperar, poniéndome en modo «Verano Azul». Sólo me faltaba silbar. El problema es que el recorrido tiene una subida hasta arriba del Parque de la Paloma, que multiplicada por 4 vueltas, dan un total de…1,2,3, machaque otra vez. Cuando ya creía que me moría al escalar la primera cumbre , me encontré con un ángel de la organización que me gritó “¡Ole tus huevos, kawasaki, que te estás calzando un triatlon con una kawasaki!”. Que arte. Me sacaba una sonrisa que me daba el último empujón para llegar. Yo mismo me iba a descalificar en la tercera vuelta, porque llevaba 1h:8min, y faltaban 2 minutos para el corte, pero otro ángel de la guarda me gritó “¡¡ tú sigue, hasta que te echen!!”. Y me dije, «es verdad, vamos palante». Hasta que volví a encarar la última cuesta, que me cagué en los muertos del puñetero ángel (es broma). La última vuelta la hice literalmente solo. La policía avisando por la radio “El 278 ha pasado por aquí. Frrgg. Cambio. Frrgg.”, ya que tenían fichado mi dorsal como el paquete que iba el último. Que vergüenza. Yo iba pidiendo perdón a todo el mundo, que menos.

Y llegué a la carrera a pie, como eran dos vueltas, volví a diluirme. Be water, my friend. Llevaba 1h30min de intenso esfuerzo, así que empecé con trote cochinero, pero de cochino cojo, y en ese ritmo me quedé. No podía hacer más, pero tampoco estaba dispuesto a tirar la toalla a estas alturas, salvo que mi menisco opinara lo contrario. La última vuelta un escándalo, iban conmigo los de la organización quitando los conos, los turistas invadiendo el paseo marítimo, y dos ciclistas de la organización arropándome y peleándose con la gente para dejarme pasar. «¿Qué carrera ni que coño carrera?» escuchaba yo a lo lejos, con la mirada borrosa. Que caña de gente. Uno de los ciclistas me dijo que el año que viene lo voy a hacer mejor, y que esprintara en los últimos cien metros de alfombra azul. Así lo intenté durante 10 metros, hasta que los gemelos empezaron a subirse y yo “ay, ay!”. Casi llegué haciendo la pata coja.  2h:3min. El último.  A  seis minutos del penúltimo. Es decir, el último-último.

Pero llegué. No abandoné, no me descalificaron. Un subidón de adreanalina, un ambientazo en la entrega de premios, con un masajito fantástico en el puerto deportivo que parecía estar en el cielo, mirando el mar. Qué sensación de estar vivo, y de ser más fuerte y joven de lo que soy.  Me quedé un buen rato disfrutando del ambientazo de la post-carrera. Del subidón que tenía incluso posé como un maletilla en la foto de ese peaso de club de triatlón de Benalmádena.  Soy el de la izquierda.

Curiosamente, cuando llegué a casa estaba muerto, no podía moverme del sofá, pero no tuve agujetas al día siguiente, supongo que consumí hasta el lactato, jajaja. Era un cansancio profundo pero sin dolor. Como estaba en una nube, escribí una nota de agradecimiento a la revista triatlón para la organización.

En resumen, no debí haberlo hecho, me alegro de haberlo hecho, y me juré no volver a hacerlo hasta que estuviera mejor preparado. Pero aprendí a lo que me enfrento, el nivel es muy alto. Lo peor, la natación, me dejó destrozado mental y físicamente para el resto de pruebas. Y eso que ya lo sabía. En fin, la experiencia fue impactante, se queda tatuada en mi humilde historia vital.  Ahora, que ya soy un triatleta del montón, sé que no llegaré el último, a no ser que tenga que abandonar por lesión o avería. Pero nada que ver con la épica de esta primera vez.

Como dice mi amigo Carlos, «es muy difícil en el triatlón llegar el primero y el último». Yo ya he conseguido uno de los retos. Mi peor resultado probablemente será el mejor resultado de mi vida triatlética, que ironía. Si has llegado hasta aquí porque quieres hacer tu primer triatlón, mi consejo es que lo hagas, pero prepárate una mijita, sobre todo en natación. Ten en cuenta que vas a competir contra el mayor rival que existe: tú mismo.

MÚSICA: Foo Fighters – «The Feast and The Famine»