El pasado 6 de Octubre de 2019, mi cuñado Juan Alberto realizó su última travesía antes de fusionarse definitivamente con el océano.

Al alba un grupo de nadadores encabezados por su hermano Paco llevaron sus cenizas cruzando la bahía de Arinaga hasta el Risco.

La Luna debía marcharse, pero el luto de los neoprenos captó su atención y decidió quedarse agazapada en el horizonte para contemplar la escena de cerca. Por su parte, Neptuno quiso presentar sus respetos y hacer la travesía un poco menos dura, así que sujetó con firmeza las riendas de sus caballos para que mantuvieran la calma y se unieran al cortejo fúnebre con un trote suave.

Se cruzaron con la barca de Caronte sin pararse siquiera un instante. Éste puso una expresión de sorpresa al ver pasar al grupo de intrépidos nadadores. Cuando se dio cuenta de que portaban consigo a uno de ellos, hizo el ademán de levantar el brazo, pero comprendió que nada ni nadie podría detenerles. Sus servicios no eran requeridos.

Al final de la travesía incluso el Sol quiso tomar la palabra en la solemne ceremonia y proyectó su energía para calentar algo el corazón roto de aquellos nadadores en el momento que entregaban a uno de los suyos al océano. Un círculo de amistad, un sentido aplauso y el aroma de las flores culminaron su viaje.

En su recorrido de regreso, de repente, el fondo de la bahía desapareció y se transformó en plata. Cientos, quizás miles de peces que habían sido alertados por las Sirenas los rodearon, nadando nerviosos en busca del alma de Juan Alberto para acompañarlo a su destino.

Poco a poco las diminutas moléculas que durante unos años compartieron risas, lecturas, música, amores, … Vida, se fueron despidiendo unas de las otras y tomaron diferentes rumbos, algunas hacia la superficie, otras sumergiéndose hasta las profundidades.

Y aunque lo que un día fue su cuerpo acabó disuelto sin remedio, el alma de Juanbe permanecerá intacta en su mar y en el corazón de todos aquellos que tuvieron la suerte de conocerlo o amarlo. Así, libre al fin, podrá nadar eternamente hasta el horizonte o acercarse a la orilla para jugar con la espuma de las olas. Quizás incluso decida hacer largas travesías y encontrarse con otras almas que reposan tranquilas en el Mediterráneo.

Y por supuesto, cuidar de todos nosotros desde sus dominios.

«Y así, desalmado iré, armado hasta los dientes, a por la única revolución posible, la que inhala el aire húmedo de las malvas y exhala para siempre el leve aliento de un florero seco. «

Te echamos de menos.