No soy psicólogo ni filólogo, ni editor de libros de autoayuda, pero hoy quiero hablaros de la autoestima. Es cierto que yo tengo la autoestima alta, pero creo que eso no es malo, es más, creo que es una característica muy importante de nuestra personalidad que condiciona nuestras vidas y que deberíamos cuidar. Veamos como yo lo entiendo, ya digo, nada «pofesional», de andar por casa: La autoestima es, como su nombre indica, la estima que cada uno se otorga a sí mismo, de ahí lo de «auto».
Es decir, no depende de los que nos digan los demás, aunque no es totalmente inmune a la influencia externa pese a su definición. Eso es muy importante, porque se trata de un ejercicio interno. Sin autoestima nada es posible. Si no confiamos en nosotros mismos, fracasaremos antes de empezar. Además, si no crees en tí mismo, ¿cómo va a creer el resto del mundo en tí?. Por otra parte, si la autoestima está baja da igual la ayuda externa que nos ofrezcan o lo que nos digan en positivo, porque no creeremos a nadie y siempre estaremos fracasados antes de intentarlo, así que lo más normal es que ni lo intentemos.
Si consigues mantener la autoestima alta siempre tendrás un poco de viento a favor para afrontar las dificultades. Serás más «resiliente». Incluso te atreverás a retos que te parecen inicialmente inalcanzables, o al menos, lo intentarás mientas otros se frenarán.
Hay un reverso tenebroso cuando la autoestima se va de madre. No hay que confundir la autoestima con narcisismo, aunque también implique «quererse a uno mismo». O con la prepotencia, que nos hace pensar que somos mejores que los demás. Ni con el orgullo, que funciona como una coraza protectora pero nos hace inaccesibles. La autoestima es interna, no se basa en una comparación con los demás ni en cómo los demás nos ven a nosotros, según yo lo veo.
Según mi opinión, la autoestima en realidad nace de la debilidad, aunque parezca contradictorio. Hay que aceptar que somos imperfectos, que cometemos errores, que no podemos alcanzarlo todo. Pero que aceptamos esa debilidad y nos perdonamos. Nos queremos. Sabemos que siempre hay alguien mejor (y peor) o que puede que no consigamos lo que nos proponemos. Pero que nadie nos puede quitar nuestra actitud ante esos retos. La confianza de que vamos a intentarlo de la mejor manera y de que vamos a intentar aprender por el camino. Eso no nos lo puede quitar nadie, ni incluso el fracaso.
Recomiendo a todo el mundo trabajar la autoestima. Mantener un diálogo interno en positivo, basado en el perdón ante la debilidad con el objeto de mejorar y crecer un poquito más para volverlo a intentar. Ese perdón no es una indulgencia perezosa. Es un cariño interno para que pueda germinar y podamos ofrecerlo a los demás.
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