Escribo esta entrada casi un año más tarde. Me da pereza, pero tiene su gracia, a ver qué recuerdo. Si el triatlón de Benalmádena fue la prueba de fuego -que casi me quema- el VII triatlón de Málaga celebrado el 2 de Octubre de 2016 fue la auténtica reválida. Tras la experiencia tan al límite de Benalmádena en Mayo, me propuse no volver a participar hasta que estuviera medianamente preparado. Así que aparqué la kawasaki, me compré la cannondale vintage y durante el verano le dí fuertecillo a la natación, dentro de mis posibilidades. Más o menos me sentía con ganas para inscribirme y el empujón me lo dió mi amigo Robert, que también quería estrenarse en este loco mundo. Yo era su mentor. Él,  mi joven padawan. Pahabernosmatao.  Fotico de los dos descerebrados:

El checking era de 7:00 a 8:30, así que tocó madrugar y salir desde casa en bici cuando aún era de noche. El trayecto fue de susto, me crucé con varios borrachos al volante que volvían de marcha, una barbaridad.  Los preparativos entretenidos con Rober, ya lo dicen en Barrio Sésamo, «con amigos todo es mejor».

Pese al viaje de kilos que me había quitado de encima, estaba en un respetable peso de 88 kilos sin caballo, que diría Espartaco. Y llevaba el mono de triatlón más barato que encontré en Internet (Deportes Heras), presioso, es todo un clásico para identificarte como novato en esto del triatlón. Aunque Rober lo tenía peor, llevaba una bici de alquiler mal reglada, un conjunto bañador-camiseta, y sin portadorsales. Tuvo que ser un poema el cambio de posición de dorsal cogido con imperdibles en la segunda transición. Digamos que sus transiciones no estuvieron todo lo optimizadas que cabría esperarse de un deportista de su planta.

El sector de natación lo recuerdo con nervios previos, pero sin demasiados problemas, salí del agua casi a la vez que Rober. La bicicleta fue muy divertida, iba adelantando poco a poco, hasta que montamos un simpático grupillo de drafting que hizo la cosa más liviana. Recuerdo el respingo que dieron todos cuando les grité: «¡Vamos, chavales, que estamos en la última vueltaaaaa!». Jajaja, como una moto. Incluyo una mini fotillo donde se me ve al fondo con mi mono negro-amarillo y mi casco azul. Marcando tendencias de moda deportiva. Un influencer, vamos.

El segmento de carrera a pie hice lo que pude, me notaba cansado. Robert me alcanzó y se puso a mi lado para ir haciendo equipo. Eso sí, en los últimos cien metros pegó un sprint que no lo pillaba un galgo, está claro que todavía le quedaba gasolina. ¡Que crack!.

A continuación añadimos un video slowmotion de National Geographics, para apreciar la grácil mecánica de la zancada de un triatleta chiquitistaní, con la depurada técnica del «pecador de la pradera-fistro tri-sezuarl «…

Jaaaaarr, no puedorrr, por la gloria de mi madre

La llegada por la puerta grande, liándola parda con el público -disparos virtuales incluidos-, y abrazo de Carlos Novoa que dejó el cronometraje al verme y me consagró como «triatleta del mes» por mi gran progresión. Felicidad a raudales. Tiempo oficial 1:31:48, media hora menos que en el triatlon anterior. Ahí es nada. Posición 372 de 546 participantes. En la pomada, todo un triunfo. Fotico del momento:

Pone 1:35:13 porque salimos 5 minutos después. Sin trampa ni cartón. Como las patas pelúas.

La postmeta espléndida, cansados pero felices. Nos grabamos la camiseta picajosa con nuestros nombres y charlamos con otros triatletas de postín, dos amigos de Robert y mi amigo Fonsi.

Tal fue el subidón del momento, que al llegar a casa me apunté sin dudarlo al triatlón de la semana siguiente, «Playas de Torremolinos», pero eso es otra historia, que quizás deba ser contada…

MÚSICA: John Newman – «Love Me Again»