La natación ha sido el gran descubrimiento de la mano del Triatlón, o quizás haya sido al revés, que he llegado al triatlón después de empezar a nadar. Siempre he envidiado sanamente a la gente que nadaba, me gusta mucho el agua y el mar mediterráneo, pero pensaba que no era lo mío. La experiencia más intensa en esto de la natación la tuve en el instituto, la Universidad Laboral.
Éramos unos privilegiados que contábamos con una espléndida piscina olímpica con trampolines oficiales, y eso que era un instituto público. Pero la experiencia no fue muy positiva, no sólo por ser estéticamente traumática por llevar unos gorros que nos hacían parecer condones con piernas en plena adolescencia: No disfrutaba, tragaba mucho cloro, no le veía sentido a tanto ejercicio extraño. Sobre todo, me agobiaba no poder respirar cuando me apetecía. La natación es un deporte tan técnico que necesitas aprender de pequeño y practicar durante años de mayor, es algo muy alejado de nuestra experiencia. Por eso siempre me ha dado pereza dar clases, apuntarme a una piscina, etc. Ahora estoy interesado en el método «total inmersion», para adultos y basado en sensaciones, no en técnicas complejas y repetitivas. Buscando la eficiencia y ahorro energético para disfrutar con largas distancias. Me mola la filosofía, aunque no se si será un engañabobos.
Durante años sólo he nadado cuatro brazadas seguidas como todo buen mamífero terrestre. Estilo playero-dominguero. Como esto va de superación, en mi plan personal de mejora deportiva incluí como objetivo probar la natación en verano, aprovechando la piscina comunitaria que tiene una longitud de 25m. Comencé a braza, cada día aumentando la distancia. A mi bola. Y me fue gustando. Cada vez más. Para hacer más entretenida la rutina de la natación, llevo un mp3 acuático con música. Por cierto, que tuve que probar varios mp3 hasta que dí con el bueno: sony walkman nwws413, resistente al agua salada.
Quién lo iba a imaginar, ahora estoy haciendo los 2km en aguas abiertas, con mi boya acuática de señalización. En primavera y otoño, y parte del invierno, con mi neopreno en la Malagueta, y en verano a pelo en Benalmádena. Con ayuda de la boya del puerto, que enlazo abajo en el blog, controlo las condiciones de la mar. La temperatura de nado con neopreno he decidido que sea la mínima 16 grados (por debajo de 15 no nado en el mar) y la máxima 19, donde ya nado sin neopreno. El oleaje, como máximo de medio metro, y ya es mucha ola. Pero somos triatletas, no nos para el agua en movimiento.
Esto si que es un gran lujo: vivir junto al mar y nadar como un pececillo
Es un poco locura, porque nado como youtube me dio a saber y entender. La idea era coger un poco de fondo, hacer kilometraje, antes de meterme en una piscina a que me enseñen. Pero a lo tonto a lo tonto, sigo a mi bola porque disfruto y no me estoy lesionando. Supongo que ya estoy llegando a mi “velocidad terminal”, es decir, que no voy a mejorar nada por mi cuenta. Y probablemente estoy cometiendo errores infantiles que se están asentando en mi cabeza. En fin. “I did it my way”. También estoy un poco asustadín con las medusas y asqueadín con las natas, aunque de momento no he pillado ninguna. (ACTUALIZACIÓN: ya me he estrenado con los bichos). De hecho, ha sido todo lo contrario, aguas cristalinas con pececitos entre las rocas. Y lo estoy flipando. En realidad estoy haciendo un poco de acuatlón, porque me voy/vengo corriendo hasta la zona de baño, y como meto las cosas en la boya, donde cabe todo: zapatillas, gafas, toalla, camiseta…, puedo salir a dos kilómetros de distancia del sitio al que entré en el mar.
En estos meses sólo me crucé con otro nadador con boya, y nos saludamos efusivamente, reconforta no ser el único «majara», como se dice en Málaga. Y hace poco nadé (¿por qué no se dice «naduve»?) cerca de lo que supongo que sería un equipo de triatlon, por el tipo de entrenamiento que hacían. Es curioso que, con la cantidad de gente que hay corriendo y en bicicleta, haya tan poca nadando en el mar. Supongo que la gente se apunta a la piscina por el entorno seguro y controlado, que también es un entorno artificial lleno de cloro y estorbos. Como un pez en una pecera, frente a nadar en mar abierto, pequeño Nemo. Es como el gimnasio, cuando la gente prefiere correr en una cinta como una ratita en su rueda, frente a correr en la calle como un «guepardo». Sólo compensa al principiante, los cobardicas, o con muy mal tiempo. Mejor me callo, que seguro que en un par de añitos tenemos que poner “calles” en el mar porque no cabemos.
Esto sí que es un gran lujo, y no un “peluco” dorado: vivir junto al mar y nadar como un pececillo. O como una morsa. La cuestión es flotar. That’s the question.
21 agosto, 2017 a las 3:59 pm
Vaya pedazo de artículo my friend. En cuanto pueda me lanzo cual morsa al agua contigo ;-). Un abrazo
21 agosto, 2017 a las 9:30 pm
olee, Ya queda menos my friend!