¿Por qué he empezado a practicar triatlón a los 45?. Mi mujer, que es un pozo de sabiduría, dice que hago triatlón porque tengo la crisis de los cuarenta, aunque me haya entrado cinco años más tarde. Yo no voy a cuestionarla, faltaría más. Así que este post acaba aquí. ;-)))

En realidad voy a seguir un poco más, profundizando en el concepto de crisis de los 40, eso sí. Haremos un descenso breve a las catacumbas de mi subconsciente, con el objeto de buscar las causas freudianas de mi actividad deportiva. Hace un dos años yo estaba cojo y pesaba 22 kilos más que ahora. Pasamos unas estupendas navidades en casa de mi prima que vive en Alemania, y además de unos fantásticos días de nieve, hacíamos cosas típicas como beber cervezas de medio litro como si fueran quintillos o desayunar salchichas. No me atreví a pesarme al volver a España. Me juré que tenía que cambiar mi estilo de vida. El típico juramento de nochevieja, pero esta vez estaba jurando por mis muelas. El problema no era el peso, si no la tendencia que llevaba acumulada desde hacía años. Si seguía así, en unos pocos años aparecerían los problemas del sedentarismo y la obesidad.

Me propuse perder peso de forma duradera, cambiando los hábitos alimenticios e incorporando ejercicio frecuente. El objetivo no era estar más guapo, no se trata de marcar sixpack en la playa, si no empezar a prepararme para la vejez. Suena triste, pero es así. Es necesario mirar a la realidad de frente para adaptarse a ella, asumiendo los oportunos cambios en nuestras vidas. Como cuando te planchas tus camisas o  te comes el potito sobrante de tu hijo. Me apunté al gimnasio para evitar el impacto en las rodillas que provoca correr, porque tengo el menisco dañado. Empecé con un poco de musculación y una hora de cardio, en la elíptica y después en el spinning. Tres veces en semana, ni una más ni una menos. Normalmente lunes, miércoles y sábado. Con la llegada del buen tiempo, empecé a sustituir el gimnasio del sábado por una salida con la bicicleta en fin de semana. La regla de oro es que se puede fallar un día, pero entonces al día siguiente es sagrado no fallar. En verano, que no estaba apuntado al gimnasio, empecé a nadar y a correr un poco. Perdí 10 kgr, y mi cuerpo cada vez respondía mejor al entrenamiento.

Siempre me ha gustado correr, aunque fuera al «trote cochinero». Me enganché a la salida en bicicleta en fin de semana y a los largos en la piscina. Así que un día me puse reflexivo, junté tres neuronas y me dije: natación, ciclismo, carrera…¿A que me suena esto?. ¡A vigorexia!. Bueno, en realidad no, porque el número de entrenamientos semanales ha sido el mismo desde el principio: Tres. Sólo que la intensidad ha sido mayor. Como reto o como premio, me propuse probar una competición de triatlón al año siguiente: El triatlon de Benalmádena 2016.

Hasta aquí el origen de la historia, «la precuela» de la saga. En posts siguientes analizaremos por qué precisamente el triatlón y por qué nos da por lo mismo a muchos  hombres en su madura plenitud, también conocidos como «puretas».

continuara…aquí