La bicicleta engancha. Y conforme uno mejora su condición física, engancha más. Yo he estado casi un año con una patata de bicicleta, la «kawasaki», con cuadro de hierro, que pesaba sus muertos, gramo más gramo menos. La kawasaki era de tipo «híbrido», es decir, que no servía ni para el campo ni para la carretera. Como salía a circular sólo y en llano, no necesitaba otro tipo de bicicleta, no me importaba que me costara más o menos cada pedalada. Pero después de hacer mi primer triatlon, tomé conciencia que había que jubilar la kawasaki.

El problema es que me da mucho respeto la carretera. Por eso buscaba primero una bici de montainbike (MTB), para evitar la carretera los fines de semana. Mirando de segunda mano, apareció en un pedazo de foro un anuncio de una cannondale vieja (así como 18 años) pero buena que estaba muy barata (300 eurines), de carretera. Aunque como necesitaba también una de carretera, me la trinqué. De aluminio, aunque muy ligerita, 8,6kgr. Horquilla de carbono, cambio dura ace. Sólo le he tenido que cambiar el sillín, la próstata no perdona.

Todo el mundo lleva bicicletas mucho mejores, y no es que no pueda permitírmelo, es que prefiero ir subiendo la calidad del material según su uso o según mi evolución. El cambio ha sido espectacular, tenía que haberlo hecho mucho antes.

Volvamos al turrón. Normalmente hago la ruta de Málaga-Torre del Mar, impresionante: llanita, junto al mar. Pero antes del triatlon de playas de Torremolinos, decidí entrenar en Playamar una semana antes en modo reconocimiento del terreno. Todo iba bien, pedaleaba por una zona tranquila con dos carriles, sin tráfico, de hecho, miré hacia adelante, ningún peligro, aproveché para beber y quizás mirar el pulsómetro y de pronto: zas, talegazo, me veo en el suelo sin saber porqué. Una mujer que paseaba al perro quería llamar a una ambulancia. Me levanté dolorido, pero no parecía nada roto. Pensaba que la horquilla de la bici se habría partido, pero estaba intacta. Me dolía el costado, las manos (menos mal que llevaba guantes con refuerzo de cuero) y sobre todo el codo. Me levanté muy enfadado conmigo mismo, pero quería entender qué leches había pasado. Me di cuenta que había metido la rueda en un boquetón junto a una arqueta en la carretera. No se veía porque los árboles proyectaban sobras alternativamente. Se paró un coche para interesarse por mi estado,  me contaron que son vecinos y que conocen el cráter y por eso no se cargan la amortiguación del coche.

Un 10 por el Ayuntamiento de Torremolinos y su conservación de las calzadas.

Me volví a casa como pude, el codo sangraba y dolía, aquí una fototito. 

Muy aparatoso, pero sin consecuencias, unas cuantas semanas de costra y dolorcillo. He tenido una suerte loca.

Estoy muy contento con mi cannondale vieja, pero como ahora me han fichado por un equipazo de ciclismo, «los pedales rotos», me temo que me voy a ver obligado a tener que seguir subiendo la calidad de los materiales para alcanzar el nivel. Jejejeje.

 

N.de T.: Según el diccionario «Chiquitistaní», el término  talegazo significa: «caída fuerte con daños persistentes». En la tabla clasificatoria de daños se empezaría por el más leve majazo, pasando por chochazo, mochazo, talegazo, hasta llegar al más grave leñazo. Estos términos pueden tener reducciones si se aplica el «illo» (talegacillo, mochacillo) o con aumentativos como «de la leche» o «del carajo» (Dios nos libre del «hostiazo de la leche»).