Estoy en una fase en mi vida de profunda reflexión. He cumplido medio siglo. Estoy más cerca de mi muerte que de mi nacimiento. Tengo que tomar decisiones importantes. Se me acaba el tiempo. Igual que a tí.

La otra tarde salí con la bicicleta con el Tapi y con Paco. Parecía una tarde normal, subir a un Puerto Marín. Pero para mí fue un momento especial. Éramos los tres del CORE de Pedales Rotos. Es más, yo era un entrometido en una amistad de hace más de 40 años entre ellos dos. Pero tengo el privilegio de ser aceptado como uno más de estos dos cabrones, lo cual es un lujo impagable. Según se mire sólo éramos 3 tíos viejunos en bicicleta. O quizás, seamos 3 Supermanes de la vida sabiendo cómo vivir, cómo disfrutar de verdad de la vida. En cualquier caso, digamos que éramos tres tíos «vintage» en una bicicleta.

Como estoy en una fase muy profunda de cuestionarme quién soy (que lo sé) y a dónde voy (que no lo sé), mientras teníamos las conversaciones intrascendentes de ciclistas, yo iba pensando sobre qué me iba a pasar cuando me falten alguno de estos dos hijosdeputa. Porque los cabrones tiene que «irse» antes que yo, jajaja.

Y me di cuenta que soy un auténtico privilegiado. Esa tarde con el Tapi y con el Paco no tiene precio. Nadie puede pagar por ello. Ni Elon Musk ni Jeff Bezos. Ellos nunca serán aceptados en la grupeta de Pedales Rotos. Ni en el Consejo del Jueves. Nunca podrán disfrutar bajando Bendomiel junto al Pinturas ni al Tapi. Nunca sabrán si son queridos por lo que son o por lo que tienen. ¿Qué precio tiene esta tarde? ¿100euros? ¿Un abono anual a un gimnasio?. ¿Dos años de beneficios de Amazon?¿4 coches Teslas?. Iros a cagar.

Si mañana tuviera que decir «Adiós», sé que hoy querría hacer muy pocas cosas. Estar con mi familia y mi hijo. Hablar con las personas a las que quiero y que me quieren. Y si tengo tiempo y no se hace de noche, salir con la bicicleta con los «Pedales Rotos», con el Tapi y con Paco. ¿Qué precio tiene esto?. No lo puedes pagar, baby, si no formas parte de ello. Era sólo una tarde normal, un «Puerto Marín». Pero era impagable. Y no lo deberías olvidar.

Se comieron el plátano…