Yo no nado como una morsa, porque si fuera así, las morsas se habrían extinguido hace muchos miles de años. Pero soy boquerón, que es como se llama a los nacidos en mi ciudad, Málaga, probablemente porque es un pescaíto frito típico que se pesca en nuestro mar mediterráneo. Por cierto, que me enteré hace relativamente poco que la anchoa es un boquerón en conserva. ¡Pensaba que era otra clase de pescado!. Que mar de ignorancia tan grande me (nos) inunda, en fin. Al menos ahora ya se como me llamarían si durmiera en salmuera.

Volvamos al meollo acuático. Los triatletas son básicamente aprendices de nadadores que montan en bicicleta y corren. Si le preguntas a cualquiera que dónde entrena su club, te dará las señas de un gimnasio con piscina y los días de entrenamiento de natación. La bicicleta y la carrera a pie son naturales, aunque tengan una técnica de mejora. La natación es antinatura, todo cuerpo sumergido en un fluido tiende a hundirse, se ponga Arquímedes como se ponga. La técnica de natación consiste en aprender unos movimientos nada naturales para que nos desplacemos por el agua sin ahogarnos.

Lo dicho, soy muy boquerón, pero nado como una morsa manca. Hace menos de seis meses yo tenía el estilo de nado estándar, ese que hemos aprendido en la piscina de chavales, y que de mayores consiste en nadar cuatro brazadas en el mar y decir «no, si yo puedo seguir, pero es que se me va a cortar la digestión». A veces fantaseaba con mi capacidad de respuesta ante una situación de emergencia en el mar, del tipo rescatar a una persona en apuros mar adentro. Me veía como David Hasselhoff en los vigilantes de la playa:  Llamando a KITT con el reloj antes de ahogarme.

Desde hace décadas envidiaba a la gente que nadaba bien y mucho, me parecían extraterrestres. Bueno, técnicamente al estar en el mar, son extra-terrestres. (ruuum, plash, festival del humor). Sabiendo los beneficios de la natación, sobre todo lo completo que es y el bajo impacto en las articulaciones, tenía pendiente aprender a nadar de verdad e incorporarlo como una práctica habitual. Me excusaba diciendo que «yo puedo practicar cualquier deporte, pero eso de no poder respirar cuando quiero no va conmigo». O también, aquella canción del  «yo practicaría natación, pero es que la piscina me queda muy lejos». Y un cojón. Procastinación en estado puro.

Así que me decidí a resolver las cuentas pendientes con el medio acuático y comencé a hacer largos a braza en la piscina de la comunidad el verano pasado. Sin prisas, con el objetivo principal de controlar la respiración. Al principio mal, con malas sensaciones, agobiado. Me puse auriculares con mp3 acuático para hacer menos aburridas las sesiones. Como estas cosas no hay que hacerlas a lo loco y es necesario prepararse bien técnicamente, me vi un par de videos de youtube sobre técnica de natación. Me faltaba la pastilla de Matrix para pilotar el helicóptero.

Misteriosamente, empecé a disfrutar, y a alargar las distancias: 500m. 800m… ¡¡1000m!!. Todo a braza, con un par de largos (50m) a crol. Acabé el verano convencido de que las diferencias entre yo y Michael Phelps se habían vuelto más borrosas. Por eso me apunté a mi primer triatlón el verano siguiente. Y así lo pasé de mal. Tanto, que me juré que no volvería a participar en otro triatlón hasta que supiera nadar con un poco de solvencia. Y empecé a nadar sólo a crol ese mismo verano. Cada vez más. Y se produjo el milagro. En pocos meses he conseguido nadar 2 kilómetros en aguas abiertas casi sin parar. Mi media de velocidad es un poco patética, algo menos de lo 2min/100m, pero para no saber nadar hace pocos meses, mi progresión ha sido espectacular. Vamos, a mi me lo parece. Lo importante es que creo que cualquiera puede conseguirlo, sólo se necesita perseverancia y un poco de espíritu crítico para corregir errores.

Estoy entrenando en el mar, incluso en el mes de diciembre, con mi neopreno y mi boya naranja. Quién lo diría, totalmente fuera de mi zona de confort. Me crucé con otro majareta, que es cómo denominamos en Málaga a los pirados, que también iba con su boya y su neopreno y fue amor a primera vista. La reconfortante sensación de que, si no eres el único que hace algo, no puedes estar tan loco o equivocado. Total, que ya me siento seguro como para no sufrir en un triatlón sprint, e incluso para enfrentarme con dignidad a distancias mayores, pero es la hora de aprender técnica, debo buscarme unas clases. El objetivo de mejorar la técnica, más que para ganar velocidad, es para no lesionarme si aumento la carga de trabajo. Que eso de que la natación no tiene impacto es relativo, los movimientos erróneos y repetitivos se pueden llevar por delante el mejor de los tendones. Me he leído un sistema de entrenamiento interesante, se llama «Total Inmersion», pero eso ya será otra historia, que quizás será contada en otro momento.